viernes, 26 de junio de 2009

modulo 3 Crónica de mi misma

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Esa tarde de viernes se me asigno la tediosa tarea de ir a pagar los servicios básicos caseros- agua, luz, teléfono-. Era una total incertidumbre el diámetro de la fila humana que me encontraría en aquel lugar, también era una posibilidad hallar el centro de pago sin línea lo cual significaba movilizarme para otro lugar. Al llegar, me entro un alivio al ver que solo habían 10 personas delante de mí, me dije a mi misma, - no vale no hay tanta gente-. Progresivamente fue llegando más gente que se incorporo detrás de mí, la cola se extendió por todo el espacio cual salvaje anaconda, haciendo que muchos al verla corrieran despavoridos; fueron pasando los minutos y avanzaba lentamente la cola, la gente comienza a impacientarse y comenzaban a ver hacia los lados buscando algún método de distracción, comienzan a quejarse en voz alta para ver si el de atrás o el de adelante le prestan atención para comenzar una estúpida tertulia que terminara en tema político y seguramente desencadena una riñas si no concuerdan de un lado o de otro; por esta misma razón, y porque detesto en gran medida que alguien extraño me hable estupideces en una cola me hago la desentendida de sus comentarios inservibles y comienzo a escribir un ficticio mensaje de texto, no suelo tener eso que llaman un buen amigo mío “la chispa criolla venezolana”, no soy de las que socializar en cualquier parte, o llama “mi mor mi corazón” al chamo que te empaqueta las bolsas del supermercado, como suele hacerlo mi mama poniendo como excusa que ese podría ser su hijo, como me molesta eso.

En mi letardo mental en aquella eterna espera de ahora ocho personas en la cola, comienzo a escuchar a dos mujeres a mis espaldas que hablaban sobre sus los problemas existenciales y lo necesario que era acudir al psicólogo en ayuda, -me rio dentro de mi-. No sé si este en lo correcto pero siempre me ha parecido tan tonto creer que un tipo que no te conoce y que de paso le pagas para que escuche tus problemas, que además no le interesan porque seguramente tiene los suyos tan inconclusos como los tuyos, pueda resolverte la vida o ayudarte en ello. Un amigo una vez me dijo- yo tampoco creo en los psicólogos solo creo en sus récipes- cosa que no me impresiono de él, al menos es sincero y admite que va solo por el gusto de la indiferencia y ficticia felicidad ante la vida que generan aquellas pastillitas.

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